Diario de Keyes, la piloto
Uno de los miembros de la tripulación que formaba parte del grupo enviado en busca de los otros barcos dijo algo extraño, y le pregunté al respecto en privado.
El hombre había dicho algo acerca del carácter de la capitana Isabella, y agregó que, si la encontramos, estaríamos peor. Al parecer, aunque los hombres la buscaban, algunos tenían una opinión poco favorable sobre sus actos previos al viaje. Uno de ellos afirmó que la capitana había forjado alianzas nocivas e incluso había liberado a uno de los prisioneros de la Iglesia, en contra de la voluntad de esta.
Al escuchar esto, reuní a los hombres y, sin identificar a los que hablaron, hablé muy bien de la capitana Isabella y les volví a recordar que, si ella estuviera varada en la isla, nos buscaría incansablemente, y su objetivo principal sería reunirse con nosotros y trabajar juntos para encontrar la forma de salir de la isla. Les volví a decir que quizás su barco había sobrevivido, pero muchos de los hombres negaron con la cabeza al escuchar esto.
"Su barco ya estaba condenado incluso antes de levar anclas", espetó uno. "Se dice que lo tenía bajo la cubierta, y que fue su guía lo que los condujo a una muerte segura".
No supe qué responder, ya que yo sabía a quién se refería, lo había visto. Un mugroso prisionero, y no pude comprender por qué Isabella lo había traído consigo al viaje. No me gustó la forma en la que los ojos de él se movían de aquí para allá, y tampoco me gustó la forma en la que ella parecía concentrarse en cada palabra que salía de la boca de él, por extraña que sonara... Daba la impresión de que ella escuchaba algo más cada vez que él hablaba, algo que nosotros éramos incapaces de comprender.
Keyes, piloto en jefe de San Cristóbal