Esta carta está descolorida por el tiempo
Ruiz nos ha pedido que nos aseguremos de que el hereje esté a salvo durante nuestras guardias nocturnas. Esto no me agrada; cuando vamos a verlo, vamos de a dos, nunca solos.
El hombre es extraño: ni siquiera se percata de nuestra presencia, y no deja de tejer hebras de cáñamo para formar cuerdas. El hombre ha tejido cuerdas larguísimas, pero sin ningún propósito, ya que no las necesitamos.
Aun así, mientras esto lo mantenga ocupado y mientras sus muñecas y tobillos sigan aprisionados, me alegra que ya no le susurre al oído a nuestra capitana, y estoy seguro de que a Ruiz también le alegra. Muchas veces pienso en atarle al cuello esa cuerda que elabora para estrangularlo discretamente mientras duerme. Sé que los demás también piensan en esto.
Álvaro