Día 9
La atraje haciéndola creer que acabaría con el suplicio de su amado. “¿Por qué?”, me preguntó, sin apartar la mirada del joven. Había llenado sus venas de un veneno lento y agonizante.
En contra de mi sentido común, traté de razonar con ella. ”Salvamos vidas, Emilia. Eliminamos a quienes causan terror…”.
”¡Tú causas terror!”, gritó. Se me encogió el corazón. Con ella no había razón ni salvación posible.
”Ahora, ¿qué?”, preguntó. ”Danos tu investigación y te dejaremos ir”, dije. Y, cuando metió la mano en su bolsa, la dejé inconsciente.
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