Una página de diario arrancada y con manchas de sangre
Esta vez, las velas del sótano estaban encendidas. Oí un ruido tras de mí: una niña pequeña. Solo que sus ojos y su boca estaban de lado. Empieza a gritar algo feroz sobre Iki, su padre.
El bastardo en persona salta por la trampilla, gritando: “¡Aléjate de ella!”.
La vi sonreír justo antes de morderme el cuello. Trepé por la escalera y corrí a por la espada en mi cuarto, pensando en cortarle el cuello y acabar con todo. Pero, en el acero, lo vi. Mis ojos, mi boca… Ahora están de lado, como los suyos.