Una página de un diario, traída hasta aquí por el viento
A cientos de leguas de distancia de toda costa conocida, nos azotó una tormenta de una fuerza descomunal. Hundió la mitad de nuestros barcos e hizo que el resto fuera a parar a las costas de esta isla desconocida, como si se tratara de muñecos estropeados.
Sin embargo, nosotros estamos sanos y salvos. Hemos reparado uno de los barcos para buscar ayuda y suministros. Por ahora, los sobrevivientes han construido un refugio con los restos de los barcos naufragados. Aún conservamos el buen ánimo y cantamos mientras trabajamos. Al parecer, mi voz les brinda consuelo a las personas, como siempre ha sido el caso.