Una página de un diario, traída hasta aquí por el viento
Desearía que se amotinaran. Ya he enfrentado motines en otras ocasiones, y puedo decir que esto es algo mucho peor. Son como sombras, ecos. Si no les doy órdenes, no hacen nada.
Llamé a Sarah y le ordené que hablara, que gritara, que me golpeara, lo que sea. Luego le supliqué. No hizo más que mirarme fijamente hasta que por fin abandoné todo intento.
Le dije que se retirara. No puedo seguir escuchando su silencio.