Una página de un diario, traída hasta aquí por el viento
Hoy vacié al último de mis ciudadanos. Ese momento en el que la mirada les queda en blanco y se dibuja una sonrisa apacible en sus labios... He aprendido a disfrutarlo. Me gusta hacer felices a los demás. Me encanta que me amen.
Creo que estoy perdiendo la cordura.
No sé por qué no me pasó lo mismo que a los demás, por qué perdí mi alma pero conservé mi ser. Es una maldición para mí, pero una bendición para ellos. Cómo los envidio a ellos, que están perdidos en El Canto.
Sin embargo, uno de ellos debe ser el que canta.