Los insensatos hacen caso omiso de estas advertencias, y los sabios disfrutan de esta tierra tranquilamente. Disfrutamos de su abundancia con respeto. Evitamos el bullicio y el clamor de la batalla. No cantamos. No bailamos. No nos atrevemos siquiera a silbar.
Alzar la voz es llamar su atención, como al pisotear unas flores repletas de polen. Cada ruido resuena con un fragmento de su melodía. Después, sus palabras van a tu encuentro. Cuando la lombriz empieza a excavar, no hay forma de detenerla. Si empiezas a bailar, no hay forma de evadir ese olvido sonriente.
¿Has oído su música?
¿Has visto a la Reina Esmeralda?