Perra endemoniada
Su comportamiento sigue siendo demasiado agresivo como para dejarla salir del recinto amurallado. Ahora escribo con mi mano izquierda, porque Molly adoptó mi mano derecha como juguete masticable.
Debo investigar sobre correas de cuero —si es que alguna vez logro acercarme lo suficiente a su cuello como para colocarle una. La perra me mira con desdén y repulsión, como si fuera yo el de las fisuras rojas y los ojos brillantes como los del diablo.
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