Casados
¡Nos hemos casado! Gritamos nuestros votos al viento, ¿no es verdad? Bueno, yo lo hice, y tú también sin malgastar una palabra entre esos labios pálidos. Y entonces besé tu boca, tan fría, pero en mí había fuego suficiente como para calentarte. Aquí, en este monte, viendo los mares azules de hielo. Me quité las pieles y corrí desnudo, y ni la nieve me molestó.
Anoche me llamaste a tu lecho. Me llamaste como el susurro de los muertos. Y yo respondí la llamada, muchas veces.
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