El desquiciado plan de Tavares
Mis súplicas desesperadas caen en saco roto.
El capitán Tavares no se deja convencer de que abandone su insensato plan. He insistido en que ninguna nave puede resistir la vorágine del muro de tormenta. No hay blindaje que pueda proteger el casco. No hay juego de velas que resista la tormenta. ¡Es un capricho sin pies ni cabeza!
Pero al capitán le debo la vida. El honor me obliga a obedecer sus órdenes.
Me temo que estamos condenados. Solo me queda rezar por que La Venganza sirva de ejemplo a los demás.
¡Que Dios tenga piedad de nuestras almas!
DP