¡No podemos salir! Algún tipo de magia negra y retorcida ha pervertido a la Madre Tierra y ha hecho que se ponga en contra de sus hijos. Hasta en los rincones más remotos de Primera Luz, las espinas, los cardos y las zarzas han brotado con tanta ferocidad que su grosor y densidad se parecen a los de un muro construido por un albañil. Lo hemos intentado todo, desde usar hachas y fuego hasta orar y pedir perdón, pero no hay nada, absolutamente <i>nada</i>, capaz de derribar el muro de espinas.
El pobre de Brandon incluso intentó escalar esa construcción del demonio. No había llegado ni a la mitad cuando ya no pudo sostenerse más y cayó al suelo con las manos ensangrentadas, repletas de alimañas y veneno. Murió poco después, a los gritos, en un estado febril. Aún no ha regresado, así que solo puedo asumir que ya le ha sucedido otra calamidad. Sin importar cuál haya sido su destino, el pobre bastardo está atrapado ahí, como el resto de nosotros, quizás por lo que queda de la eternidad.
Y ¿qué pasará conmigo? Regresaré a casa. Si muero, al menos lo haré defendiendo mi propio corazón, y no aquí en el medio de la nada, como un vagabundo.