Un destino miserable
No tengo esperanza, palabras tampoco, y sin embargo reconozco que debo dejar un registro de lo que sucedió. Quienquiera que sea que encuentre esto… <i>si </i>es que alguien lo encuentra… te lo suplico, <i>¡lucha! </i>Los habitantes de Primera Luz nos confiaron a mí y a mis exploradores la tarea de mantener a raya a estas fuerzas salvajes y peligrosas. Y no he cumplido esta tarea. Ahora depende de ti proteger estas tierras.
Anoche salí a caminar, crucé el sendero de al lado de la Puerta Sur, como tantas otras veces lo había hecho desde aquella noche, con la esperanza de que se repitiera un encuentro fortuito como el de principios de mes. Esa noche se cumplió mi deseo. Al caminar, sentí la presencia extraña una vez más. Y esta vez, mi sombra se puso en evidencia.
Lo que vi va más allá de toda imaginación: era Clara, lo sé con la certeza con la que sé que la noche es larga. O más bien era algún tipo de monstruo que había tomado prestada su forma. Tenía el cuerpo fibroso, como de madera, y su piel era tosca como la corteza de un árbol. Su rostro, cuyos rasgos había observado en infinidad de ocasiones, era una maraña de zarzas y espinas, y estaba en blanco, sin expresión alguna. Vacilé, aturdida, paralizada por lo que vi. Grave error.
Brotaron raíces de la tierra, que se encaminaron hacia mis extremidades y mi torso. En vano luché e intenté gritar, ya que me quedé sin aire en los pulmones. Cuando perdí la visión, supe que la muerte sería el precio que tendría que pagar por mi desconcierto.
Pero estaba equivocada. Cuando desperté, me vi inmovilizada en una jaula que parecía brotada del mismísimo suelo. A mi alrededor, se encontraban muchos de nuestros vecinos desaparecidos, todos inmovilizados de forma similar. No sé en dónde estamos, ni qué destino nos espera, pero el simulacro retorcido de Clara aún sigue al acecho, en algún lugar, en la oscuridad.
- Magistrada Gladis Bond
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