La Espada Eterna
Sostengo en mis manos la Espada Eterna. No he podido identificar el metal. Es más ligero que el acero y resplandece como la plata pulida. Juraría que la he oído tararear.
El Gran Rey me ha pedido que golpee un viejo yunque con su filo. No me he atrevido hasta que él lo ha ordenado. Aferrándola firmemente, golpeé el yunque y le rebané el extremo de un golpe.
En la Espada Eterna no quedó ni una marca. Su filo seguía afilado como una cuchilla. Dios... Jamás veré otra arma a su altura.
Maestro Auric
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