En Canopus
Día 16:
Nuestra expedición a ese antiguo lugar reveló
que los guardianes ancestrales que acechan este sitio son firmes e implacables. Da igual cuantas veces acabemos con ellos, vuelven a levantarse y nos devuelven el golpe por dos. Y, como si fuera poco, sus cuerpos desecados parecen ser inmunes a la extraña contaminación que recorre estas tierras. La suerte no nos sonríe.
Hoy perdí a tres hombres que intentaban inspeccionar las ruinas: Carl, Vincent y Amadeus. Todos lograron regresar, pero están como apagados, con la mente más lenta. No me queda otra más que asumir que se contagiaron de quién sabe qué enfermedad que se propaga por estos pantanos. Incluso a mí me están saliendo yagas en las heridas que me hizo uno de esos demonios. Tengo la garganta seca y temo que pueda tener fiebre. Si he de sucumbir, ¿me enfrentaré al mismo destino que ellos? ¿Renaceré en cierto modo distinto? Aún nos queda mucho por recorrer para comprender el origen de esas misteriosas llamas azules. Lo único que tenemos cerca es la muerte. Que Dios se apiade de nuestras almas.
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