El hombre desesperado

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En Pantano del tejedor

Hoy vi a un sureño. Era él, de eso no cabía duda: espesa barba y ojos imbuidos de miedo. No buscaba nada, más bien huía. Y, en su huida, se fue desprendiendo de sus ropajes como si, de algún modo, estuvieran contaminados. Por un momento pensé que estaba loco, hasta que vi la cresta dorada en sus adornos. Entonces lo supe: él, como yo, se estaba despojando de todo recuerdo de su hogar.