Una carta descolorida y parcialmente quemada
Isabella mía:
Cuando la fiebre te atormentaba, invoqué el rito antiguo. No podía permitir la condena de tu alma, incluso si la mía se condenaba en el proceso. Cuando por fin se te quitó la fiebre, por un instante tuve la esperanza de que Dios te hubiera guiado de regreso a mí.
Sin embargo, el diablo se regocija con las esperanzas de los débiles. Por fin me doy cuenta de que la criatura que regresó no es la mujer que amaba.
Lo cierto es que, hasta esta noche, jamás había hecho nada digno de ser recompensado. Salvar tu alma nunca estuvo dentro de mis posibilidades. Lo único que podía hacer era robarla y salvar al mundo de la criatura en la que te has convertido.
No nos veremos en el Cielo. Espero que nunca volvamos a vernos. Pasarme la vida custodiando esta caja... envejecer, morir solo, pensando en el odio que sientes por mí... esa será mi recompensa.
Adiós, amor mío.
– Dante