El prisionero

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Esta carta está descolorida por el tiempo.

Isabella sostenía que la isla de la que había hablado el prisionero se llamaba "Vitae Aeternum". Desconozco si este era un nombre inventado por el prisionero o la traducción que le concedió a sus absurdas divagaciones, pero el nombre ha tenido un impacto —al igual que la oferta del prisionero, me temo. Es como si esta información hubiese encendido un fuego en Isabella, y le ha dado un sentido del propósito aterrador. Le insisto, con cuidado, para que descanse, pero no quiere oír nada de eso. La mera insinuación de la presencia de una fuente de la juventud ha hecho que entre en acción. La corona no fue tan comprensiva, e Isabella tuvo la desgracia de hablar del origen de la fuente. Habían aceptado respaldar su solicitud para que viese al prisionero hereje, pero una fuente de la juventud era una respuesta más despectiva. Ella habría usado otra táctica, si se le hubiese ocurrido, pero, tal como sucedieron las cosas, las deudas de su padre generaron un resultado inesperado. – F