Estaba escondida debajo de la cama de Marisse cuando Elias regresó. Cuando se quedó de pie en la puerta, no me moví. No me he movido desde la noche anterior, cuando Marisse vino a la casa. Y desparramó las flores.
Cuando Elias me encontró, preguntó por las flores que Marisse había esparcido alrededor de la cama. No le dije que la había oído regresar. No le dije que había visto las flores caer. No le dije que estaba allí.
No se lo dije porque él está más asustando que yo, y se supone que los adultos no deben asustarse.
No le dije que, cuando regresó a la casa, las tablas del suelo no hicieron ruido. No le dije que me daba miedo respirar. Que vi los pies de Marisse, sucios, destrozados, cubiertos de costras, mientras caminaba lentamente alrededor de la cama dejando caer un pétalo a cada paso. Solo cerré los ojos y recé hasta que se fue.
Pero no se ha ido. Ninguno se ha ido. Debo encontrar un nuevo escondite que nadie conozca.
Anika
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