Sigo escondida. Han pasado tres días. Ya no me queda comida, tengo tanta hambre, pero no me animo a salir para conseguir más.
Todas las personas de la aldea que se habían ido regresaron. Olían igual que las flores en los campos después de que las arrancan. No hablan, solo caminan, hasta hacen las mismas cosas que solían hacer, pero no las hacen bien, las hacen como si apenas recordaran cómo hacerlas.
No sé durante cuánto tiempo podré quedarme aquí, pero ellos no se irán. Puedo oírlos moviéndose por las casas en este mismo momento, raspando las tablas del suelo con sus pies, puedo oírlos respirar. A veces… A veces creo que oigo a Marisse susurrando mi nombre. Ella no me haría daño. Ella nunca me haría daño.
Anika
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