Las huellas de la criatura que mató al bisonte pertenecían a un lobo; no a una manada de lobos, sino a un lobo solitario. Pero, a juzgar por la nieve, es mucho más grande que otros lobos. Además, había pequeñas ramas partidas incrustadas en las huellas y, en una de ellas, lo que parecía ser parte de una raíz, cubierta de la misma escarcha que marcaba las heridas del bisonte.
No me considero una cobarde, pero los misterios de esta isla me asustan, porque no sé qué esconderán las nieves que puede acechar en la forma de un lobo y cuyas huellas se funden con las del bosque. Tampoco deseo averiguarlo.
– Renée Marie Cartier