Un encuentro fortuito y una reunión inusual con alguien a quien casi había olvidado: el caballero erudito que conocí el año pasado, M. Grenville. El hombre parece tener el mismo espíritu viajero que yo, aunque creo que está más interesado en desenterrar piedras y picar ladrillos de ruinas antiguas. Le ofrecí refugio para que él y sus compañeros pasaran la noche; ellos parecían tener ganas de descansar, pero se notaba que él estaba ansioso por seguir su camino. Hablaba sin parar de un gran descubrimiento que tenía a su alcance, si sus esfuerzos daban fruto.
Su actitud —aunque no era hostil, y estoy segura de que no era su intención ser grosero ni ofensivo— era un poco inquietante. Parecía sentir siempre una urgencia, no de escapar, sino de perseguir algo.
En un intento por calmarlo, le pregunté si aún tocaba su piano. Por un momento, pareció confundido, como si hubiese olvidado que existía, y luego meneó la cabeza, como si el recuerdo fuera molesto, una distracción. Espero que encuentre lo que busca, aunque temo por lo que pueda suscitar en Brightwood si no tiene la prudencia de ir más despacio.
– Renée Marie Cartier