Cuando era joven, dediqué mi infancia de guardabosques a aprender el camino del verdugo. Era eficiente y pulcro, como lo son los buenos verdugos, y pronto se reconoció mi talento.
¡Me hicieron un regalo! Un distintivo del cargo.
Ay de mí, se me concedió la legendaria hacha de los verdugos: Sensou no Ko.
Así, la maldición se apoderó de mí.