Todo aquello que brilla
En las horas de más calor, el pobre de Luis se la pasa ahuyentando los bichos sensibleros de sus queridas abejas. No se lo he dicho a Luis, porque es muy probable que se enoje al escucharlo, pero a mí me gustan los bichos sensibleros.
Me gustan sus alitas extrañas, su polvo reluciente y su forma de volar, que hace que se choquen todo lo que los rodea. ¡Son como juerguistas ebrios diminutos, cada uno inmerso en su propia fiesta en miniatura!
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