Un encuentro fortuito
Justo el día más caluroso del año, un extraño con un atuendo de lo más extravagante se pasea por las calles bailando (¡sí, literalmente bailando!) y entra a mi casa por la puerta trasera. ¿Quién en su sano juicio hace algo así? Casi lo echo a patadas, pero se arrodilló, justo sobre mi alfombra nueva.
“Oh, señora Appius, proveedora de delicias culinarias, ¿no le gustaría ser el público de este humilde músico?”
No pude negarme, no pude decir ni una palabra. Me quedé estupefacta ante semejante osadía.
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