Del diario de campo de Perrin Mercier
Monseñor Heron solo menciona a otro colaborador en sus escritos, y estoy empezando a entender la razón. ¡No hay nadie con quien haya hablado en Nueva Córcega que tuviese un ápice de integridad académica!
Le pedí a algunos viajeros que me guiaran al acueducto, y ellos me pidieron una parte del tesoro. Cuando les dije que sus recompensas serían el conocimiento, ¡se burlaron hasta que salí de la posada! Supongo que tendré que encontrar el camino al acueducto por mi cuenta. Realmente espero que el mercader me haya vendido un equipamiento de calidad...