Sus brazos
“¡Arikh!”. Lloraba con alegría y desesperación, corriendo como podía en la tenue luz de las estrellas.
Mas la bestia oscura frente a mí le había robado la forma a mi amado. Se me helaron las venas al observar la parodia cruel de su hermoso rostro. Me sonrió, este fantasma, este doppelganger. Sus labios cetrinos tiraban de sus mejillas cadavéricas y formaban una sonrisa larga e infame, llena de dientes afilados y rotos.
Me congelé cuando extendió sus brazos hacia mí. Perdí la voluntad de correr, ¡la voluntad de vivir! Fue entonces cuando lo oí, el sonido más cruel que oiré jamás.
“¡No!”, dijo la voz de Shukri. “¡Tómame a mí! ¡Tómame a mí en su lugar!”. La criatura miró detrás de mí, hacia la oscuridad. Caí al suelo, abrazando las rodillas contra el pecho, demasiado asustada hasta para respirar.
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