La llamada del retorno
Imhotep, el grande, el sabio, el misericordioso, quien aconsejó a los dioses del Nilo, se declara a sí mismo faraón de las tierras de Azufre y su gente. ¡Desde las altas sacerdotisas de los grandes templos a los sirvientes más bajos de las canteras, los llamo a retorcijarse, pues su hogar ha sido restaurado!
Que se sepa que Imhotep, su señor magnánimo, al alba del primer día de la estación de las lluvias, alzó su maza y acabó con el último de los corrompidos. Como exigían los rituales, los restos de este enemigo derrotado fueron portados en procesión por todos los grandes distritos de la ciudad, para que todos contemplen el triunfo final de nuestro maestro.
Siguiendo las leyes de nuestros ancestros, el faraón ahora declara un año de celebración de su reinado. Convoca a todos los hijos e hijas del Nilo a volver a la gran ciudad, para festejar junto a él y restaurar la gloria de su derecho de nacimiento. Los enviados llevarán las noticias a todos los rincones del desierto, proclamando ante todos su vasta
¡Regocíjense, hijos de Egipto, hijas de la eternidad, hijos de los dioses, pues su largo exilio se acaba! El hogar de sus ancestros ha sido restaurado. Así lo proclama Imhotep, primer y único faraón del reino eterno, y así está escrito. Que su reino sea eterno.
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