Mi ama, conviérteme en tu instrumento…
He fallado.
No pude cumplir las órdenes de mi ama. Lady Artemis me exigió que librara a Aeternum de la enfermedad de la humanidad, pero me derrotaron. Mis gloriosos Hercyne se retiraron y las tierras salvajes elíseas están en manos del enemigo. La putrefacción de este lugar sagrado avanzará, todo por culpa de mi debilidad.
Le he dado todo lo que soy a mi ama. Mi hogar. Mi sangre. Hasta mi alma. Pero no bastó.
Quizá el destino siempre haya sido que la humanidad, una vez que alcance la inmortalidad, suplante a los dioses. Que desafíe la voluntad de los dioses y reconstruya este mundo a su imagen y semejanza. Es posible que esta desgracia haya sido inevitable y que la época de los fieles haya llegado a su fin. En este mundo sin dioses, ¿hay lugar para sacerdotes y suplicantes? Ansío volver arrastrándome a las sombras de la tierra y esperar a que pase esta período.
Y, sin embargo, mi corazón se agita de indignación ante estos pensamientos cobardes y miserables. ¿Debería rendirme tan fácilmente? ¿En verdad no hay nada más que hacer? Siento, en lo profundo de las sombras de mi alma, una fuente de poder que aún no he despertado. Se mueve cuando pienso en la venganza.
Seguiré este instinto hacia donde me lleve, ya sea a la destrucción total o a la penosa salvación.