El puente nos expone al viento más duro, y muchos buscamos refugio detrás de los bloques de piedra. Los vigilantes al final del puente no tienen tanta suerte: deben enfrentar los azotes del viento y mantener los ojos abiertos ante la amenaza de un ataque, que pueden ser los lobos al este, que crecen en número, o las incursiones de los corrompidos al norte. Y no es fácil mantenerlos abiertos cuando corres el riesgo de que se te congelen los párpados.
Los dos observadores están apostando a ver quién se ocupa del extremo este. Por muy preocupantes que sean los ataques de los corrompidos, en esa zona hay un templo antiguo que ejerce una atracción sobrenatural sobre los lobos, razón de sobra para no querer vigilarla.
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