El explorador de Rutherford, avergonzado por mis duras palabras, no hizo más alarde de sus descubrimientos en el norte, y su rostro dejó de reflejar esperanza. No siento remordimiento por su silencio, porque es mejor que pierda las esperanzas ahora y deje que la verdad guíe sus acciones.
Lo interrogué más detalladamente. Dijo que sí, que había visto los restos de los soldados que habíamos perdido en los campamentos del norte. Había visto muchas cosas… no solo la repugnante iglesia, desbordante de luz roja, sino también el trabajo de los corrompidos y lo que es peor… sus líderes. Los sacerdotes que habíamos visto sobre el puente no eran únicos: eran muchos más, todos siervos de esa perversa religión que los guía.
Ya habíamos visto lo que podían hacer en el puente… en Wickbury. Y seguramente volveríamos a verlo. Qué oscuro pensar que eran más de los tres que habíamos visto.
– L. G., capitán en funciones
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