¡Sabe hablar!
Después de meses de un trabajo de hormiga, por fin logré que el salvaje compartiera una comida frugal conmigo. Y luego otra. Se convirtió en un hábito casi semanal.
Anoche, antes de irse, se giró y me dijo: “Gracias, mil veces gracias”, en un acento que no logro ubicar.