Un castigo justo

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Esta carta está descolorida por el tiempo

Fue el hereje quien sugirió la ejecución, no me cabe duda. Quizás lo hizo para que la capitana no desperdiciara pólvora, pero no, creo que sus motivos fueron más oscuros. Trajeron a los “amotinados”. LaCuran rezaba, Montes se disculpaba con la capitana, le rogaba que tuviera clemencia. Los demás, incluido Álvaro, parecían decididos. Entre los miembros de la tripulación, reinaba el silencio; ninguno de nosotros quería acompañar a los hombres. Cuando se percató del destino que le esperaba, Montes rompió en llanto. Para ese entonces, ya nos habíamos enterado del rumor acerca del poder de la isla. No sabíamos si era debido al azoth u otra cosa, pero sí sabíamos que todo el que moría en Aeternum parecía tener algún tipo de oportunidad divina para regresar, renacer a la mañana siguiente (quizás antes). Los fantasmas de la bahía eran la prueba de esto; los habíamos visto con nuestros propios ojos. Por espantosa que resultara la escena, hizo que me preguntara si la ejecución quizás fuera una forma de poner a prueba las propiedades de la isla, y no una mera ejecución. Recordé lo que el desquiciado le había dicho a Álvaro... y me di cuenta de que Álvaro también lo recordó. R. Velázquez