Castigo

Page #2
Esta carta está descolorida por el tiempo

Isabella ordenó mandar a azotar a Damas por desertor. Sus súplicas se convirtieron en gritos y, cuando los azotes se detuvieron, nos llegó la orden de arrastrarlo hasta el gran árbol y atarlo allí para que sirviera de ejemplo. “Que pase la noche allí”, decretó Isabella. Los amotinados ya habían desaparecido desde hacía bastante tiempo, y en su lugar yacían nueve montículos cubiertos de piedras; finalmente, Isabella los había enterrado. Vivos, quizás. Después de lo de Damas, Ruiz vino a verme en la noche y me dijo que, en caso de encontrar a más de los nuestros, no los capturaríamos, sino que les daríamos una advertencia. Observó que, en caso de encontrar a otros, terminarían igual que el que habíamos encontrado hoy. Le dije que Isabella seguramente nos castigaría si la desobedecíamos, y, siseando, me dijo que nos castigaría tanto si siguiéramos sus órdenes o no. Sea lo que sea, no es nuestra capitana, al menos ya no; si no huimos, acabaremos comportándonos como ella o seremos ejecutados al igual que los demás que encontramos. – Manuel.