La bahía

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Recibido de manos de Gildon de Mourningdale

Una luz de guía, unas costas accidentadas y un atraque repentino. Una torre alta, lluvia de fuego y el canto de una sirena. Como si fuera algún tipo de hechicería o un mal augurio, las llamas azules de la bahía se tornan rojas. Están aquí. Corrompen todo lo que toca y alteran la esencia misma de los seres de esta isla. Poco a poco, invaden la bahía y superan incluso a los seres de cuatro brazos. Los escasos guardias que quedan están inmovilizados en una pequeña zona de la bahía, y los monstruos de ojos rojos comienzan su labor en el faro. Quienes escuchan los cantos de sirena de Aeternum no tardan en verse atrapados en tormentas, atacados por pilares de oscura corrupción que empujan sus embarcaciones contra la costa. Llegaron buscando un paraíso, pero solo hallaron oscuridad. Los seres de cuatro brazos nos han abandonado a una muerte segura. Pero no podemos morir, nos han despojado incluso de ese derecho.