Consuelo

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A menudo busco consuelo en la pequeña capilla local. Hay mucha paz allí, y silencio: puedo oír mis pensamientos. Sé que los siervos (los que quedaron) creen que vengo aquí a rezar, y lo hago… pero también vengo aquí a escuchar mis pensamientos, a ordenarlos, uno por uno, para encontrarle sentido a todo. Celebramos los servicios de mis hermanos aquí cuando se perdieron en el mar el año anterior, y luego los de mi madre y mi padre hace menos de un mes. Supongo que estos servicios, aunque humildes, agotaron lo que quedaba de la "fortuna" familiar, que nunca recuperamos después de nuestros muchos contratiempos. Mi padre resultó estar en deuda con muchas compañías, y había corrido grandes riesgos en sus empresas… y ahora soy yo la que debe soportar esa carga. Desearía haber podido intercambiar lugares con él y mis hermanos —no en la muerte, sino en los mares, para alejarme de este lugar. Ahora simplemente siento que envejecí. No es por el dolor, sino porque no tengo una brújula que me indique hacia dónde debo ir, qué debo hacer —qué puedo hacer. Nunca me alcanzarían los años para hacer todo que deseo hacer, más bien, todo lo que deseaba hacer, y la posición social que puede haber tenido mi familia se ha perdido, derrochada en misiones imposibles. Pero en esta simple iglesia me siento en paz, y eso me consuela. Isabella